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La exposición “Hyperréalisme. Ceci n’est pas un corps (Hiperrealismo. Esto no es un cuerpo)” presenta unas cuarenta obras repartidas en seis secciones cronológicas que recorren las múltiples formas de representación del cuerpo en la historia del arte escultórico. La muestra, centrada en el vasto campo de posibilidades explorado por los artistas a través de sus esculturas hiperrealistas a partir de los años sesenta, podrá verse en el Museo Maillol de París hasta el 5 de marzo de 2023.

El hiperrealismo en la historia centenaria de la escultura

El título de la exposición, «Ceci n’est pas un corps», además de hacer referencia a René Magritte, expresa la idea de que cuanto más intentamos captar lo real, más se aleja. La selección de estas esculturastrompe-l’œil proporciona una visión condensada del movimiento hiperrealista y revela hasta qué punto la representación de lo humano ha estado siempre sujeta a la evolución. Además, esta iniciativa permite situar el movimiento hiperrealista dentro de la historia milenaria de la escultura.

Como todo movimiento artístico, el hiperrealismo en escultura o estatuaria se integra en la larga historia del arte occidental, cuyas etapas ilustran momentos determinados de la civilización. De esta manera, el hiperrealismo podría concebirse como la evolución lógica de la cadena iniciada con el humanismo antiguo que después continuó con el simbolismo medieval, la reinterpretación de la Antigüedad durante el Renacimiento, la estatuaria barroca, clásica y neoclásica… hasta llegar a los experimentos modernos de nuestros días.

Primeras manifestaciones hiperrealistas

La noción de hiperrealismo apareció en la escultura en los años sesenta como reacción a la estética dominante del arte abstracto, pop art y el realismo en fotografía. Sin embargo, la representación realista del cuerpo se consideró durante mucho tiempo una vía anticuada y pasada de moda. Dado su nombre, el hiperrealismo busca imitar las formas y texturas del cuerpo humano para ofrecer una ilusión perfecta; dar la sensación de estar ante una réplica exacta de la realidad. Qué duda cabe que el hiperrealismo renueva la relación entre el espectador y la escultura, entre el voyerismo y la inaccesibilidad.

Este movimiento surgió en Estados Unidos, donde artistas como Duane Hanson, John DeAndrea y George Segal recurrieron a una representación realista del cuerpo mediante el modelado, el vaciado y la aplicación de pintura policromada a la superficie de sus esculturas. Generaciones posteriores de artistas como Maurizio Cattelan, Ron Mueck, Sam Jinks y Fabien Mérelle han continuado en esta línea al tiempo que han desarrollado su propio lenguaje. Al igual que otras tendencias artísticas, el hiperrealismo es un espejo de nuestro tiempo. Por ello, en ocasiones resulta inesperado, llamativo, confuso, angustioso, divertido, emocionante o incluso previsible y aburrido.

Estas estatuas de resina, silicona, bronce, fibra de vidrio… –que intentan confundir lo que vemos– también logran detonar esa fracción de segundo de duda, de incredulidad o de conmoción que a su vez pendula entre la inquietud y la fascinación. Aunque llama la atención la ausencia de Charles Ray, uno de los pioneros de esta corriente escultórica, la variada procedencia de los artistas presentados subraya el carácter internacional de este movimiento ramificado en todo el mundo y perpetuado hasta la actualidad.

Secciones de Hiperréalisme y obras representativas

El recorrido comienza con “Réplicas humanas” que recoge piezas de los artistas precursores estadounidenses Duane Hanson, que refleja el mundo obrero oprimido por el sistema capitalista en Two Workers; y John DeAndrea (American Icon). Se trata de esculturas de personas corrientes que consiguen crear la ilusión de su presencia palpable. A través de Caroline, Daniel Firman, por su parte, moldea una figura anónima de tamaño natural que oculta su rostros tras la ropa para revelar la presencia corpórea del cuerpo en movimiento en lo que parece un momento de angustia o desesperación.

“Esculturas monocromas” consta de piezas de un solo color o sin pintar, en las que los artistas se centraron únicamente en las formas y contornos del cuerpo. Esta sección recoge esculturas de George Segal (Nude on couch) o Robert Graham (Heather).

“Partes del cuerpo” engloba a artistas que a partir de los años ochenta comenzaron a moldear fragmentos del cuerpo hiperrealistas para abrir nuevas perspectivas sobre la conciencia de la existencia física. Es el caso de las obras de Carole A. Los Feuerman que se reducen a menudo a torsos como ocurre con las nadadoras de General’s Twin, Kazu Hiro (Andy Warhol) y Peter Land (Back to Square One).

“Juegos de tamaño” comprende modelos que encarnan figuras humanas a escalas fluctuantes. Ampliando o reduciendo las dimensiones, pretenden revelar aspectos emocionales de la conciencia de sí mismos. El artista australiano Ron Mueck es conocido por renovar el lenguaje de la escultura contemporánea utilizando el efecto de cambiar la escala de representación, como acontece en Man in a Sheet. Influenciados por su obra, artistas como Sam Jinks (Woman and Child, Kneeling Woman), Zharko Basheski (Ordinary Man) y Mark Sijan (Embrace) han continuado en esta órbita.

La sección “Realidades deformadas” muestra cómo las innovaciones en la ciencia y los medios digitales, en particular, han provocado un cambio radical en la comprensión de la realidad y en nuestra visión de lo que significa ser humano. Evan Penny, por ejemplo, concibe el cuerpo humano en perspectivas distorsionadas y borrosas en Panagiota, mientras que Patricia Piccini modifica lo que a primera vista parece humano en criaturas humanoides o híbridas, como sucede en la engañosa y espeluznante The Comforter. En Josh, Tony Matelli genera la ilusión de un cuerpo en plena levitación.

Si bien la escultura hiperrealista partió de una idea sencilla –la transposición del nivel de perfección alcanzado por la pintura fotorrealista a las tres dimensiones–, en la actualidad se adapta a los nuevos medios y al progreso tecnológico. El uso y la influencia de las herramientas digitales se palpa en las obras de los artistas que componen la sección “Fronteras móviles”, que refleja una vida cotidiana regida por una burbuja digital con su interminable y repetitivo flujo de comunicación.

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