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Anri Sala es el encargado de clausurar el ciclo de exposiciones “Une seconde d’éternité” en la Bourse de Commerce de París. Digamos que se ha apoderado de varios espacios del museo en los que ha alojado algunas de las piezas más emblemáticas de su obra, propiedad de la Colección Pinault, cómo no. Anri Sala da la vuelta a nuestra percepción del tiempo y el espacio e involucra a los visitantes en otra “vuelta” del tiempo que nunca es estática, sino que está en perpetuo movimiento.

Anri Sala (1974, Tirana) es uno de los primeros artistas emergentes del antiguo bloque soviético. A través del medio cinematográfico, ha elegido explorar todas sus cualidades descriptivas y narrativas. El sonido adquiere un papel cada vez más importante en su trabajo, hasta transformar la relación con el tiempo. La exposición actual aborda desde sus primeros experimentos fílmicos hasta sus creaciones más recientes. Estas son las tres piezas que más nos han atraído de ella.

Time No Longer

Time No Longer (2021) es un vídeo sin acción ni personajes en el que dialogan dos fantasmas. Una pantalla gigante semicircular muestra un tocadiscos que reproduce el Quatuor pour la fin du temps, compuesto en 1941 por Olivier Messiaen. Catapultado al espacio, el tocadiscos gira sobre sí al capricho de fuerzas cósmicas invisibles.

La música elegida es un solo de clarinete que evoca a los ángeles del Apocalipsis, anunciando el fin de los tiempos. Messiaen compuso esta pieza para Henri Akoka, gran clarinetista judío, con el que estuvo detenido por los nazis en el Stalag VIII-A. Akoka tocó este solo por primera y última vez el 15 de enero de 1941, frente a los guardias de la prisión y algunos prisioneros.

En el vídeo, el sonido del clarinete se alterna con el canto melancólico de un saxofón: una elegía a Ronald McNair, astronauta y saxofonista afroamericano, primer músico que planeó grabar en el espacio y que fue víctima de la explosión del transbordador espacial Challenger en 1986. La música espectral de McNair armoniza con el clarinete de Akoka en una cabina espacial sin ocupantes. Este encuentro fugaz hace coexistir varios tipos de soledad: la de la prisión, la del vacío cósmico, la de la muerte.

Nocturnes

Nocturnes es el retrato de dos hombres solitarios. Denis, antiguo soldado y adicto a los videojuegos, cuenta su experiencia como casco azul en los Balcanes; Jacques, director, se dedica ahora a coleccionar peces tropicales. Entre la ficción y el documental, la intersección de estos dos testimonios da lugar a un diálogo íntimo que destaca un punto común: la soledad.

Mientras Jacques confiesa que sus peces le recuerdan ciertas actitudes humanas, por su tendencia a evitarse y a matar a los recién llegados, Denis, por su parte, habla de su dificultad para dormir, atormentado por las ejecuciones que cometió durante la guerra. Estos hombres, que viven al margen de la sociedad, parecen llevar una vida marcada por el aislamiento. Si encuentran una salida al vacío de la existencia, es a través de las situaciones artificiales que se han inventado. En Nocturnes Anri Sala sondea la vulnerabilidad de la psique humana y revela las ambigüedades que la atraviesan.

1395 Days Without Red

1395 días sin rojo (2011) entrelaza un ensayo de la Orquesta Filarmónica de Sarajevo con el paseo de una músico (encarnada por Maribel Verdú) que, para llegar hasta la sala, atraviesa parte de la ciudad a pie. La cámara la sigue, expuesta a un peligro que pronto identificaremos: los disparos de un francotirador. La obra es arrullada por el primer movimiento de la Sinfonía nº 6 en si menor de Tchaikovsky, subtitulada “Patética”, que es tarareada por Verdú e interpretada por la orquesta en planos alternos.

El título hace referencia a los cuatro años de asedio (1395 días) durante los cuales se aconsejó a los habitantes de la capital bosnia que no llevaran colores brillantes que pudieran atraer la atención de los francotiradores. En esta fábula contemporánea, rodada en una ciudad ya pacificada, Anri Sala opta por no representar frontalmente la tragedia de la guerra. Solo la carrera vacilante de Verdú sugiere sus sobresaltos, reproduciendo en el presente los esquivos traumas del pasado.

Anri Sala, ¿algún consejo para el visitante?

“El visitante debe poder acercarse a las obras sin saberlo necesariamente todo, dejarse llevar, aceptar, experimentar ligeramente momentos de pérdida de la gravedad cotidiana. Debe darle tiempo a la experiencia para que se construya. Estas obras no están ahí para ser vistas como contenido, sino para cultivar dentro de cada uno de nosotros ese potencial de intervalo, ese cambio, esa pérdida de equilibrio”, explica el artista en una entrevista concedida a la organización de la muestra.

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