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Con su primera pieza, Liberté Cathédrale, para el mítico Tanztheater Wuppertal Pina Bausch, Boris Charmatz, director de la compañía alemana desde 2022, ha conseguido crear una coreografía soberbia, profusa en contrastes y matices, que en 105 minutos nos conduce de la angustia a la carcajada y nos devuelve a la perplejidad. Se representa del 7 al 18 de abril en el Théatre du Châtelet de París.

Como es habitual en el Tanztheater Wuppertal Pina Bausch, en esta compañía de artistas multiétnicos no hay lugar para el edadismo. Los 26 intérpretes de entre 20 y 60 años que conforman esta pieza irrumpen en el teatro vestidos de negro. Muy bien ataviados para franquear en clave athleisure, por ejemplo, la puerta del Berghain.

No hay elementos escenográficos; ni siquiera escenario. Charmatz elimina las barreras entre el espectador y la escena con un espectáculo de 360 grados. Los bailarines se mezclan con el público, interactúan con los asistentes a la representación sentados en sillas plegables de plástico. Los tocan, los besan e incluso los sacan a bailar.

La iluminación se sustenta en cuatro neones y leds colgando del techo que van cambiando de color. En cuanto a la música, si es que se la puede llamar así, se reduce al tañido de las campanas del segundo acto y al único acorde de órgano que domina la última etapa de este viaje alucinante. La tensión del primer bloque da paso a la desesperación en el segundo, se transforma en estupefacción en el tercero, para mutar a pura carcajada en el cuarto. Después de esta catarsis, llegamos a la quinta parte, que nos sume de nuevo en la incertidumbre.

Un edificio coreográfico vibrante

La catedral creada por Boris Charmatz y sus bailarines no tiene muros. Esta arquitectura humana consiste en una asamblea de carne y hueso que baila, canta y resuena. Liberté Cathédrale construye un ensamblaje danzante, un tejido de movimientos, gestos y contactos entre los cuerpos. Para darle forma, Charmatz ha mezclado al conjunto de Wuppertal con su laboratorio coreográfico francés llamado “Terrain”, compuesto por ocho artistas galos. De hecho, Terrain es ya parte del nombre oficial de la institución alemana.

El propio artífice define la pieza como una cuestión de unión entre el espacio, los cuerpos, la música de órgano, las campanas y el silencio. Charmatz es conocido por sus eventos de movimiento, que tienen lugar en la calle, en grandes museos o en plazas públicas, en los que intercala aficionados y bailarines profesionales en multitudes de hasta 150 intérpretes.

¿Qué significa Liberté Cathédrale?

El tema de la catedral y, sobre todo, el mundo imaginario asociado a este lugar inquietaba a Boris Charmatz, quien ya había presentado otras piezas en iglesias de París hace solo unos años. El punto de partida para él consistió en reflexionar sobre el concepto de catedral tal y como se percibe, lo cual le derivó a la idea de asamblea o comunidad sobre la que se sustenta la pieza.

Respecto al título, el propio Charmatz explica en un texto escrito durante la creación del espectáculo: “¿Qué significa este título? Creo que hice este proyecto por amor. El amor como apertura absoluta, como lugar simbólico de cruce de cuerpos y vidas”.

Representación en cinco actos

Esta obra visible desde todos los ángulos establece una relación circular con el público. La representación en cinco partes se traduce en una especie de bloques sin nexo, algo que ya había explicado su creador.

La función da comienzo con “Opus”. Los 26 bailarines entran en escena y tararean a capella el segundo movimiento del Opus 111 de Beethoven. Corren, saltan, se tiran al suelo y cantan “la la la” entre respiraciones y movimientos violentos.

Alternan carreras liberadoras y frenéticas con momentos estáticos en los que cada uno se expresa con un gesto personal. Caídas y paradas repentinas crean el ritmo de la pieza. Por un lado, hay un fuerte sentimiento de cohesión en el grupo y, por otro, predomina la afirmación de la individualidad de cada uno de los bailarines.

En “Volée (vuelo de las campanas)”, Charmatz logra convertir el tañido de las campanas en música para bailar. Los artistas explotan, se agitan como cuerpos sonoros, se balancean, dan volteretas, rebotan y palpitan hasta la extenuación al son de campanas de muerte, festivas, de boda, tristes o fúnebres.

A partir del tercer acto (“Silencio”) la acción y el movimiento se ralentizan; la danza contemporánea se transforma en una suerte de performance. Los artistas invaden el espacio con la boca abierta mirando hacia el techo. Caminan, caen al suelo, se levantan, vuelven a bailar con muecas incómodas que emulan gritos silenciosos. La sensación es de conmoción. A veces el espectador duda entre si están gritando sordamente o si están poniendo cara de admiración, como primer síntoma de un inminente stendhalazo.

Para Charmatz el silencio de la pieza simboliza el silencio que nos atenaza cuando leemos los testimonios de las víctimas de los curas pederastas o el silencio de todos los minutos de silencio.

En “Por quién doblan las campanas” los bailarines de Liberté Cathédrale buscan la intimidad, la cercanía, el contacto con el espectador. Vuelve el canto e irrumpe la excentricidad, la locura, los gritos, la catarsis. A estas alturas, hubo quien no pudo reprimir el ataque de risa y también quien se marchó en medio de la representación. Supongo que eso es precisamente lo que mejor resume la obra.

“Tocar” es la última etapa de este itinerario coreográfico y está dedicada al contacto, al simple placer de experimentar la permeabilidad de los cuerpos. Los artistas se palpan, se estrujan, intentan construir una catedral de cuerpos, un simple casteller. Se arrastran, se pasan por encima los unos sobre los otros; se transportan como finados hasta que van desapareciendo de la escena a cámara lenta. Al final, solo queda una bailarina: se balancea sobre un pie, buscando el equilibrio, que es lo que cualquiera intenta encontrar en la vida, antes de salir corriendo disparada. Fin.

Críticas feroces desde Alemania contra Liberté Cathédrale

En los años transcurridos desde la muerte de Pina Bausch en 2009, el Tanztheater Wuppertal ha trabajado bajo tres directores itinerantes y también ha invitado a diferentes coreógrafos a crear nuevas obras para el conjunto fundado en 1973. El francés Boris Charmatz es el primer coreógrafo que vuelve a ser director artístico de la institución.

Dado que el Tanztheater Wuppertal es conocido desde hace décadas por sus numerosas actuaciones como compañía invitada en otros teatros, la demanda de piezas de Bausch es inconmensurable. Cómo resolverla es también el gran interrogante que se plantean con pasmosa animadversión algunos medios alemanes desde que Charmatz asumiera el cargo. La segunda cuestión es cómo piensa el francés comisariar las cuarenta piezas de Bausch y situarlas en sus contextos y revalorizar seriamente la obra precedente de la compañía en lugar de mirarse el ombligo.

Presente y futuro del Tanztheater Wuppertal Pina Bausch + Terrain

Hay quien simplemente verá esta obra como un ir y venir, entrar y salir, huir, detenerse, darse la vuelta y volver a correr en círculos. El resultado final es un espectáculo fulminante que puede decepcionar a quienes esperen una interpretación más cercana al alma del Tanztheater Wuppertal Pina Bausch, pero que debe apreciarse, y valorarse, como una obra independiente, sin buscar referencias en el pasado de la célebre compañía alemana.

Liberté Cathédrale es una pieza que transmuta de un espacio a otro, no exige un recinto de ejecución obligatorio; puede habitar tanto una iglesia como cualquier otro lugar. Se estrenó en una templo brutalista cercano a Wuppertal en 2023, pero ya se ha presentado en una nave industrial en Lyon, en la Ópera de Lille y lo hace ahora en este teatro de París. Su creador incluso sueña con representarla a la intemperie, una iglesia sin iglesia que les permita ser todavía más libres.

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