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A través de obras artísticas con una dimensión social y muy política, la exposición temporal “Over the Rainbow” del Pompidou de París (hasta 13 noviembre) se centra en las luchas de la comunidad LGBTQIA+ por el reconocimiento de sus derechos. La narrativa pluridisciplinar de la muestra engloba más de 500 piezas heterogéneas (pinturas, fotografías, carteles de películas, extractos de vídeos de reuniones de militantes, pasajes cinematográficos, canciones, revistas, queerzines…) que afirman, cada una de ellas a su manera, lo que la representación homófoba denigra.

Este recorrido por la cultura visual LGBTQIA+ analiza cómo desde finales del siglo XIX los artistas han contribuido a transformar la representación de las sexualidades denominadas «minoritarias». La exhibición abarca un vasto periodo histórico y sitúa los acontecimientos más significativos en su contexto cronológico, político y social.

Contrarrepresentaciones positivas de la homosexualidad

En la segunda mitad del siglo XIX, el arte moderno despegó a medida que proliferaban los discursos sobre la sexualidad, que convertían al “homosexual” en un “personaje” específico sobre el que recaían estereotipos fóbicos. No obstante, a partir de 1870, numerosos artistas comenzaron a producir diferentes figuraciones de la sexualidad fuera del marco heteronormativo, lo cual contribuyó a la formación de culturas underground gracias a sus contrarrepresentaciones del homosexual positivas.

La exposición documenta al principio de este recorrido cómo el salón de la escritora estadounidense Natalie Clifford Barney se convirtió desde 1910 en el centro de una red social de lesbianas de élite que reunía a numerosas mujeres expatriadas en el París libre de aquel entonces. Este círculo, que también acogía a hombres, era frecuentado por Djuna Barnes, Colette, Sylvia Beach, Greta Garbo y Gertrude Stein.

La homosexualidad en la fotografía y la literatura

Tal y como ilustra la muestra, la homosexualidad también fue defendida por intelectuales y artistas de principios del siglo XX, como Claude Cahun, Jean Cocteau y René Crevel. Protegido por su estatus social, que le permitía vivir libremente su sexualidad dado que en Francia no existían leyes que penalizaran la homosexualidad, Cocteau escribió en 1928 un alegato literario a favor de la homosexualidad: Le Livre Blanc (El libro blanco).

La fotografía ya era a finales del siglo XIX el principal medio de representación y difusión de la sexualidad. Como se percibe en las instantáneas de George Platt Lynes y Raymond Voinquel, el homoerotismo masculino fotográfico tomó prestados sus códigos de la pintura de desnudos masculinos, que a su vez se apoyaba en la estatuaria clásica de tintes eróticos. Asimismo, el erotismo lésbico está plasmado en las imágenes de Germaine Krull y Florence Henri reunidas en la exhibición.

La fotografía también fue el soporte al que recurrió Brassaï para documentar algunos lugares frecuentados por travestis. El legendario ballroom Magic City, al que asistían mujeres con smoking y hombres con crinolina, como constata la expo, era una meca de la autoperformance en la que la práctica drag ponía de relieve la naturaleza artificial del género.

Revolución sexual, clandestinidad, cuero y canciones

Bajo el régimen de Vichy (1940-1944) y en los años de posguerra, la represión social y la desaprobación moral en Francia relegó la denominada sexualidad “desviada” a la clandestinidad. En respuesta a esta exclusión, las primeras obras de Jean Genet celebraban una “homosexualidad criminal”, como ocurre en Querelle de Brest, que en 1982 dio el salto a la gran pantalla de la mano de Rainer Werner Fassbinder. Ambas obras están presentes en la muestra.

Las canciones, cuyas letras incluían alusiones más o menos explícitas a sexualidades que se desviaban de la norma heterosexual, también fueron clave en la subcultura underground que prefiguró la revolución sexual. La exposición alberga sobre todo referencias musicales francesas, si bien el nombre propio de la exhibición alude al tema central de El mago de Oz. En los setenta, esta canción, junto con la bandera del arcoíris de la comunidad LGBTQIA+, se instauró como uno de los primeros himnos de la causa.

Otro de los bloques de la muestra está dedicado al cuero, cómo no. A principios de los sesenta, la chaqueta de cuero negra se convirtió en objeto de atracción homosexual. Rompiendo con la imagen excesivamente “limpia” y angelical del efebo, la iconografía homoerótica de motociclistas o policías pasó a encarnar en esa década el ideal de fantasía gay. En muchos casos, asociado a un nuevo “art de vivre” sadomasoquista (S/M). Como resultado, el S/M ha funcionado como inspiración o estimulación en la obra de artistas como Robert Mapplethorpe, también incluido en esta cronología.

Activismo, sida y pensamiento queer

En materia de activismo, la exhibición recoge acciones del grupo de lesbianas Front homosexuel d’action révolutionnaire (FHAR), de varias revistas pioneras como Le Torchon brûle y Recherches y de publicaciones como Le Fléau social (1972) y Quand les femmes s’aiment (1978).

“Over the Rainbow” también refleja la inacción de los gobiernos –teñida de homofobia– de mediados de los ochenta ante la epidemia del sida. Esta indiferencia gubernamental dio lugar al surgimiento de colectivos de “activistas culturales” decididos a dar visibilidad a los enfermos y a denunciar los obstáculos que los poderes públicos ponían a las campañas de prevención.

Ejemplo de ello fueron Act Up y Gran Fury (formado principalmente por artistas), o el colectivo anónimo Boy With Arms Akimbo/Girl With Arms Akimbo. A partir de 1990, la actividad de infinidad de artistas ha sido testigo de la difusión del pensamiento queer, basado en elementos constitutivos del género y la sexualidad no comprimidos en significados monolíticos.

Una historia made in France

Plagado de hitos clave en la lucha por los derechos LGBTQI+, el recorrido cronológico de “Over the Rainbow” arroja luz sobre la historia a través un conjunto de obras rico en complejidad y diversidad. Se trata, en cualquier caso, de una historia nacional, ya que se centra mayoritariamente en el territorio francés, si bien esta particularidad no le resta puntos de atractivo e interés.

Sin embargo, en la exposición, que oscila entre el arte, la historia y la sociología, parece que no hay lugar para la ciencia. Además, pasa de puntillas por el siglo XXI, finiquitado con algunas revistas, la aprobación del matrimonio homosexual en Francia (2013) o la fundación del Colectivo Archivos LGBTQI (2017), como si la batalla hubiese concluido ya.

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