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Galardonado con el Premio Nacional de Diseño de Moda 2021, Antonio Alvarado (Pinosa, 1954) supo desarrollar una carrera en constante interacción con otros ámbitos artísticos. La retrospectiva «Antonio Alvarado. Baja costura» se puede visitar en el Museo del Traje de Madrid hasta el 26 de marzo.

La muestra aglutina la trayectoria del diseñador, uno de los principales exponentes de la moda española de los entusiastas y convulsivos años ochenta. Desde que se instaló en Madrid en 1981, los diseños de Alvarado dieron forma a la imagen de los protagonistas del momento. A lo largo de su andadura profesional, realizó vestuario para películas de Pedro Almodóvar y Bigas Luna, o para espectáculos escénicos de Fabio McNamara.

En La ley del deseo (Almodóvar, 1987), por ejemplo, la moda para hombre de Alvarado cobra relevancia especial a través de la mítica camisa rollo Versace, elemento clave de la trama. Su implicación en la escena del pop español fue más intensa en la segunda mitad de los ochenta, cuando trabajó con Mecano, Tino Casal, Alaska, Luz Casal, Jaime Urrutia, Víctor Abundancia… Olvido Gara/Alaska ha sido quizá la figura pop más vinculada a la trayectoria de Alvarado. Follower offline del diseñador desde sus primeros desfiles en Rock-Ola, vistió ropa suya en La bola de Cristal (TVE) y en conciertos (gira «Fan fatal», 1989).

Las inquietudes de Alvarado encajaron con la efervescencia contracultural del Madrid de entonces. La movida iba tomando forma y Alvarado se convirtió en su diseñador fetiche. La etiqueta de diseñador de la movida madrileña la lleva desde aquel tiempo. “En algún sitio tienen que encasillarme, como a Vicente Aleixandre en la Generación del 27”, declaró hace unos años. Alvarado participó en las primeras ediciones de la Pasarela Cibeles, en algunas esporádicas en los noventa y dosmiles hasta que cerró el chiringuito en 2010. En cualquier caso, aquella fresca estética camp primigenia se fue diluyendo en los noventa hasta desaparecer por completo después.

Vitalista, atrevido e irónico, la personalidad de Alvarado se refleja en su trabajo. Es evidente que sus creaciones estuvieron arropadas por la música, la noche y por todo lo que le rodeaba. El diseñador trazó una línea directa entre la calle (o la discoteca) y la pasarela. Sin renunciar a las tradiciones españolas, su moda con los pies en el asfalto nos habló de la realidad de un país que trataba de forjarse una identidad nueva. Paño de lana, licra, felpa de algodón, sarga, tafetán de algodón, sarga de poliéster, punto de elastano… son los tejidos estrella que vemos en la ropa que compone la exposición. Alvarado tiró al principio de la estética de la pobreza; de tejidos que, a simple vista, parecen viejunos.

En 1983 presentó «Baja costura», el primer desfile de moda que se vio en el Rock-Ola, punto neurálgico de la movida madrileña. Curiosamente, y a pesar de que la exposición lleva este nombre, no se conserva ningún diseño de esa primera colección. Durante los años ochenta, buena parte de las reseñas de los desfiles de Alvarado tildaban sus creaciones de «ropa para discotecas». Era cierto que había presentado sus diseños en ellas (Barraca, Ku Ibiza, Joy Eslava, Rock-Ola); su trabajo estuvo muy vinculado a la noche y al mundo del espectáculo.

El movimiento de renovación cultural que emergía de Madrid aquellos días florecía, en realidad, en la noche; entre galerías de arte que exponían moda, boutiques convertidas en discotecas y salas de conciertos abiertas a propuestas diversas. Alvarado sirvió de catalizador de aquellas tendencias artísticas, recogió ese espíritu y lo tradujo al lenguaje indumentario. Y quizá sea ese su mayor mérito, incluso (mucho) más que como diseñador en sí.

Más allá de algunas tímidas experimentaciones sobre el patronaje, la sastrería fue el terreno predilecto de Alvarado; la de hombre le dio cierta reputación. También diversificó su actividad a los accesorios. Las cafeteras que lleva María Barranco por pendientes en Mujeres al borde de un ataque de nervios –al igual que los mocasines denim– son obra del diseñador. Dentro de un contexto histórico y cultural específico, sí fue en sus inicios un nombre recurrente pero, a la vista de sus diseños, no se le puede encaramar a la categoría de un Balenciaga.

Cerca de cincuenta prestadores han contribuido a que se exhiban 130 modelos, accesorios y documentos gráficos y audiovisuales. Comisariada por Iván Alvarado, hijo del diseñador, y Juan Gutiérrez (Museo del Traje), «Antonio Alvarado. Baja costura» se condensa en dos niveles. La planta baja propone un recorrido por sus colecciones para la Pasarela Cibeles/Madrid Fashion Week, entre 1986 y 2010. En la parte superior, sus trabajos de sastrería, su interacción con el mundo de las artes y sus vestuarios para la escena musical y cinematográfica completan el discurso expositivo.

El montaje de la exposición, no obstante, da pena; no se me ocurre otra expresión. No sabemos si por seguir el rollo precario de la ropa del diseñador o por falta de presupuesto. Los pasillos laberínticos improvisados con glasilla –tela que se usa para hacer prototipos– algunas veces desconciertan y otras encogen el corazón. Eso sí, la exposición es gratis, así que no hay más pegas para no ir a verla.

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