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El sombrero como obra de arte es el epicentro de la exhibición «Stephen Jones, chapeaux d’artiste» que agasaja la trayectoria del célebre sombrerero británico en el Palais Galliera de París hasta el 16 marzo de 2025. La exposición se focaliza en su proceso creativo, sus fuentes de inspiración y el papel de París, la cultura francesa y la alta costura en su andadura profesional. Es precisamente ese sólido nexo con la capital francesa el que sostiene la muestra, más allá de su audacia en el diseño de sombreros contemporáneos.

Stephen Jones y el sombrero como obra de arte

Desde sus primeras colecciones de los años ochenta hasta las más recientes, las 400 piezas on display reúnen más de 170 sombreros, dibujos, fotografías y 40 looks completos de Dior –firma con la que ha trabajado durante casi treinta años– y otras marcas.Es la primera vez que el Palais Galliera dedica una exposición íntegramente a un accesorio elevado a la categoría de obra de arte.

Las cinco secciones contemplan sus comienzos en Londres, su salto a la Ville Lumière, París como fuente de inspiración, su metodología de trabajo y las colaboraciones con diseñadores de la capital francesa. El concepto escenográfico de la exhibición nos traslada de lo íntimo a lo espectacular. Mediante pequeñas dosis o fragmentos, el recorrido guía al visitante por cada faceta del proceso creativo de Jones. En las primeras salas, los sombreros se presentan como joyas en vitrinas, en una atmósfera de penumbra total con banda sonora de Boy George, para desembocar en los icónicos looks totales que cierran el itinerario.

Saint Martin’s, Blitz Club, new romantics y haute couture

Stephen Jones (1957) se formó en la Saint Martin’s School of Art, si bien aprendió el arte de la sombrerería de la mano de Shirley Hex, en la casa Lachasse. Mientras era estudiante diseñó varios sombreros para Kim Bowen, Stephen Linard y Boy George, exponentes del movimiento New Romantic y asiduos, como él, del Blitz Club londinense. Gracias a sus creaciones para los Blitz kids, Stephen Jones ganó notoriedad y llegó a diseñar varios sombreros para Lady Di, antes de aterrizar en París.

Desde que abrió su primer salón en el sótano de la boutique PX de Londres, su taller y su boutique han cambiado de domicilio sin cesar. Hasta 1995, cuando se estableció en el número 36 de Great Queen Street, en Covent Garden. Allí comercializa tres líneas: una de alta costura, «Model Millinery», y dos más accesibles: «Miss Jones» (para mujer) y «JonesBoy» (para hombre).

Y aunque ha colaborado durante años con Alaïa, Thom Browne, Schiaparelli, Comme des Garçons o Louis Vuitton, es con John Galliano con quien ha desarrollado un profundo vínculo aparentemente inquebrantable desde que se conocieran en 1993. Cuando Galliano fue nombrado director artístico de Givenchy en 1995 y de Dior en 1996, se llevó a Jones con él.

París, fuente inagotable de inspiración

Jones empezó a familiarizarse con la cultura francesa en los museos de París, adonde acudía en verano cuando era adolescente. La historia del sombrero francés estuvo siempre presente durante sus años de estudiante, y fue precisamente ese estándar francés acuñado por los sombrereros Gilbert Orcel, Rose Descat, Madame Paulette o Caroline Reboux el que ha forjado el carácter de sus piezas. De hecho, cuando comenzó a diseñar sombreros en Reino Unido, todos le decían que eran más afrancesados que británicos: «Tienes que ir a París. Es allí donde serán apreciados».

Aunque soñaba con debutar en Francia tras acabar sus estudios, tuvo que esperar hasta 1983, momento en que cristalizó su colaboración con Jean Paul Gaultier y Thierry Mugler. París marcó una etapa decisiva en el impulso de su carrera y alimenta constantemente su creatividad. Esas referencias que aborda la exposición han estimulado más de cuatro décadas de producción de sombreros.

Si los sombreros estadounidenses reflejan el glamour de Hollywood, los ingleses evidencian un equilibrio entre conformidad y excentricidad, y los italianos son el resultado de un minucioso método de fabricación, para Jones, los sombreros franceses desprenden un ligero aire de sensualidad. «En los sombreros franceses poco importa el accesorio en sí, sino quien lo lleva. El sombrero francés sirve de marco a la personalidad», explica.

Jones percibe París desde la mirada de un extranjero. Una visión en tercera persona que, para él, es más interesante que la de un verdadero parisiense. Desde su perspectiva británica, la imagen que tiene de París es única, mítica e irreal; y también autoimpuesta. Su gusto francés es aprendido sobre la base de lo que él imagina que es el gusto francés. ¿Y no es precisamente a esa interpretación a lo que se dedican la mayoría de directores de arte extranjeros que dirigen las casas de moda francesas?

Para Stephen Jones, el sombrero en el lenguaje de la moda funciona como la gramática o la puntuación: determina el significado. Es el punto de interrogación o de exclamación, pero también es un componente divertido en los desfiles. Es lo que convierte a la ropa en moda y lo que distingue a un look.