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Pese a su carácter efímero, el street art en Lisboa no se acaba nunca. La capital lusa es una galería de arte al aire libre. No solo por sus bohemias y decadentes fachadas cubiertas de melancólicos azulejos y por los tradicionales y a la vez sofisticados diseños adoquinados del pavimento, sino también por su arte callejero.

Lisboa es conocida como una de las ciudades distintivas del street art internacional. Vhils, Bordalo II, akaCorleone, Smile, ±MaisMenos±, Tamara Alves o Mário Belém son algunos de los nombres célebres presentes en las manifestaciones de arte urbano local. El centro de Lisboa y sus barrios periféricos están repletos de pequeñas y grandes muestras de arte callejero.

Prácticamente cada vecindario presume de sus master pieces de este género artístico que atrae a infinidad de viajeros a la ciudad. Las verás por Amadora, Quinta do Mocho, Graça, Marvila, Alfama, Bairro Alto, Belém, Algés, Amoreira, Alcântara, Santos… Cada distrito promueve su propio itinerario.

El discreto encanto del modesto Street Art Park

Aunque en realidad parece más una placita de perfil bajo que un parque, el Street Art Park de la capital portuguesa viene a engrosar la ya de por sí abultada oferta de arte callejero de la urbe. Anunciado en 2019 durante la tercera edición de MURO, Festival de Arte Urbano de Lisboa, el primer «parque de pintura libre» del país, fue inaugurado en junio de 2022, en la zona de Lumiar.

El espacio, que también consta de estructura ajardinada, contiene varias paredes «libres» que cualquiera puede pintar. A pesar de sus dimensiones limitadas y del chasco inicial, no hay razón para decepcionarse. En Lisboa el street art es como Dios: está en todas partes.

El arte callejero de Marvila y Fábrica Braço de Prata

Los barrios «emergentes» de Braço de Prata y Marvila se han convertido en los últimos años en zonas de moda de Lisboa. Un refugio que intenta permanecer ajeno a la masificación turística del resto de la ciudad. Aquí, junto a sorprendentes obras de arte urbano ejecutadas en las fachadas de los bloques de viviendas sociales y edificios industriales, conviven algunos centros culturales de excepción.

Uno de ellos es Fábrica Braço de Prata (la antítesis del manido, capitalista y mainstream LX Factory de Alcântara), un espacio (contra)cultural que ocupa una antigua fábrica de armamento. Su programación alternativa abarca exposiciones, teatro, performances y conciertos, y en el recinto funcionan además un café-restaurante y una librería. Es lo más parecido a estar en el Tacheles berlinés de principio del siglo XXI. En una palabra: magia.

No muy lejos se encuentra la galería Underdogs, concebida en 2010 con el fin de fomentar distintas formas de street art. Se define como una plataforma cultural que engloba una galería ubicada en una nave industrial con dos espacios expositivos, un programa de arte público, la producción de ediciones de artista y el desarrollo de proyectos artísticos por encargo.

De la Revolución de los Claveles a la actualidad

El arte callejero surgió en Lisboa durante la Revolución de los Claveles (1974). El levantamiento que acabó con casi cinco décadas de dictadura en Portugal también generó una nueva forma de expresión artística de tintes políticos en aquel entonces. No obstante, la eclosión del street art en Lisboa no se dio hasta mediados de los noventa.

Este género artístico, que comenzó en la ilegalidad siendo incluso perseguido, se ha transformado actualmente en una expresión no solo protegida sino también promovida. El grafiti artístico goza hoy por hoy en Lisboa del patrocinio del ayuntamiento. La Galería de Arte Urbano –cerca del emblemático elevador da Glória– es el organismo municipal responsable de dar cabida a estos nuevos lenguajes de expresión, poniendo a disposición de los artistas varios espacios públicos.

Manifestación artística en constante movimiento

En el street art no existe noción de permanencia: las paredes están vivas y el paisaje grafitero cambia sin cesar. Por eso en la ciudad de las Siete Colinas las fachadas lanzan curiosos mensajes artísticos vinculados al omnipresente fado, la literatura, la política, la cultura de barrio… que se renuevan sin darnos cuenta. Qué duda cabe de que en Lisboa la escena del arte urbano es una de las más aclamadas y vibrantes del planeta.

Y, aunque adolece de cierto talante institucional –lo que le resta frescura y espontaneidad y le confiere esa innegable faceta edulcorada–, el arte callejero lisboeta se promueve como una expresión de arte alternativo y contracultural. En ella se plasma la creatividad, a veces estimulada por la crítica a la realidad social o simplemente por el deseo de embellecer o dotar de vida a espacios urbanos.

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