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El Museo Thyssen de Madrid acoge la gran retrospectiva del pintor británico Lucian Freud. Titulada Nuevas perspectivas, ha sido organizada con el apoyo de la National Gallery de Londres con motivo del centenario del nacimiento del artista. Durante la rueda de prensa –para asombro de los asistentes–, Francesca Thyssen, hija del barón, anunció que donaba al museo el retrato que Freud había pintado de su padre.

¿Quién es Lucian Freud y cómo son sus cuadros?

Lucian Freud (1922-2011) es uno de los pintores figurativos más excepcionales de la modernidad.

Aunque nació en Berlín, con el ascenso del nacionalsocialismo en 1933, emigró junto a su familia a Londres. Nieto del precursor del psicoanálisis, hijo de arquitecto e historiadora de arte, el artista creció rodeado de alta cultura. En cualquier caso, su trepidante vida personal osciló siempre entre ambientes aristocráticos y entornos sórdidos.

Tras formarse brevemente en escuelas de arte, Lucian Freud inició su carrera de pintor en los años cuarenta. Desde un principio, se decantó por el arte figurativo centrándose en la representación de seres humanos y animales con ese emblemático y reconocible estilo pictórico en el que prima la realidad intensificada. El autorretrato, el retrato y el desnudo constituyen el eje principal de la producción artística de este miembro ilustre de la Escuela de Londres.

«Mi idea sobre el retrato proviene de la insatisfacción que siento por los retratos que se parecen a la gente. Me gustaría que mis retratos fueran de personasy no como ellas», manifestó en vida. Él le pedía a la pintura que asombrara, perturbara, seduciera y convenciera. Freud es un pintor lento; por tanto, conviene conocerlo con una mirada lenta.

La marcada textura, casi bajorrelieve, de las obras de Lucian Freud

En su obra hay quien percibe guiños a los grandes maestros: Durero, Rembrandt, Tiziano, Courbet, Rodin, Cézanne… Su pintura fue una búsqueda permanente de la verdad, de ahí que trabajase siempre del natural, delante del modelo. El itinerario de la muestra está organizado de forma más o menos cronológica a lo largo de las siete décadas de la trayectoria del maestro de las texturas.

Los contornos nítidos, la frontalidad o la intensidad emocional de las figuras, pintadas a base de pinceladas minuciosas aplicadas con pinceles muy finos, se distinguen en sus obras tempranas. «Cuando pinto mi intención es provocar sensaciones al ofrecer una intensificación de la realidad», llegó a declarar sobre su arte.

Sus retratos iniciales, de ejecución minuciosa, dieron paso en los sesenta a obras efectuadas con una técnica más suelta, empastada y expresiva, aplicada con pinceles más gruesos. Su forma de trabajar fue siempre lenta y pausada.

La intimidad, el atelier, la carne y su ayudante David Dawson

Lucian Freud retrató sobre todo a personas de su entorno cercano: amantes, familiares o amigos, poniendo al descubierto su lado más íntimo. Sometía a sus modelos a largas y agotadoras sesiones de posado, en insólitas posturas, con una proximidad física que le permitía capturar poros abiertos o incluso leves signos de rosácea (es un decir). Los elaborados rostros de los personajes de Lucian Freud evidencian el manejo impulsivo de la pintura, con empastes casi esculpidos, un signo ineludible de su estilo pictórico.

Su habilidad para evocar en sus obras una intimidad despojada de erotismo –o de deseo reposado o contenido– queda especialmente reflejada en los retratos dobles, que escenifican las relaciones a través de poses entrelazadas que concibe el propio pintor. Además de un leve contacto físico, en ellos apreciamos cariño, afecto, ternura. Y, como espectadores, en ocasiones sentimos que somos testigos de un momento íntimo memorable e irrepetible. Así ocurre en Dos hombres, una de las pinturas más cautivadoras de la muestra.

Durante casi tres décadas, las figuras de sus cuadros aparecieron sobre fondos indefinidos, pero a partir de los años setenta su atelier se convirtió en escenario y tema de su pintura. Lo vemos en Gran interior y en Tarde en el estudio, donde reconocemos el típico mobiliario desvencijado y las paredes desconchadas cuajadas de empastes.

La exposición culmina con un grupo de retratos desnudos (Abogada desnuda, Retrato del lebrel) en los que domina la plasticidad de la carne, el elemento más destacado y repetido en la larga carrera del pintor. A Lucian Freud le interesaba captar los valores táctiles del organismo, el volumen, la corporeidad y ante todo la rugosidad de la piel. Él mismo dijo: «Quiero que la pintura actúe como si fuera carne». Y vaya si lo consiguió.

Como broche final, una selección de fotografías del artista David Dawson (presente en la press preview), ayudante de Lucian Freud durante los últimos veinte años de su vida. En ellas descubrimos el atelier del pintor y evidencias de su proceso pictórico.

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