Berghain cumple diez años: una década de excesos
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Todo lo que incluya la palabra Berghain es garantía de reclamo mediático, a pesar del empeño de la política antimedios del club. Hace tiempo que esta discoteca legendaria de Berlín sobrepasa las fronteras de la cultura del techno y de Friedrichshain, el barrio en el que se encuentra. En los últimos diez años aquí se ha bailado casi ininterrumpidamente desde la medianoche de los viernes hasta los lunes por la mañana. Pero Berghain es algo más que un club de música electrónica.
Durante una década su programa se ha extendido hasta abarcar representaciones de ballet, exposiciones de arte, performances multimedia, amén de su exquisito programa de conciertos y lives (Herbert, James Blake, Gus Gus, Hercules and Love Affair, Junio Boys, etcétera). Mediante el desarrollo de distintos eventos, Berghain se ha convertido en una institución en la que se fusionan espacio, sonido, imagen y movimiento. No es solo el lugar de trabajo para diversos artistas o performers que aquí se ganan la vida como portero o barman. En este espacio, además, se desarrolla una potente y magnética corriente contracultural.
“10”, la exposición
Aunque el aniversario verdadero del club es en diciembre, los festejos comienzan ya desde principios de agosto. El epicentro de la escena electrónica global (Berghain-Panorama Bar) celebra su primera década con una exposición comisariada por Christoph Tannert, director de Künstlerhaus Bethanien, en Halle am Berghain. Los artistas invitados a participar conciben sus proyectos (la mayoría desarrollados para la ocasión) como un reflejo del lugar y de la institución. La cultura de club, el fenómeno de masas, el antielitismo, el culto al cuerpo y tatuajes, el neoclasicismo y la brutalidad decrépita del edificio conforman los temas de la muestra, abordados de manera artística individual.
Que duda cabe de que Berghain ha redefinido la relación entre la cultura de club y la producción artística y estética. La proximidad del club al arte contemporáneo tampoco es nueva. De Panorama Bar cuelgan fotos de Wolfgang Tillmans; una instalación de Piotr Nathan (Rituale des Verschwindens) se encuentra en el ropero. En 2011 se celebró en Halle am Berghain la primera muestra en la que solo se exhibieron trabajos de los empleados del local. Muchos de los participantes en la exposición actual también han estado vinculados al club desde sus inicios. La exposición supone un reconocimiento a los artistas que hasta hoy son parte integral de lo que ellos mismos llaman la comunidad del club.
Dos niveles, nueve artistas, quince obras
Además de ser emblema de la noche o símbolo de la ciudad, Berghain siempre ha mantenido una relación estrecha con la estética underground. Dispuesta en dos plantas, en la exhibición “10” intervienen nueve artistas ligados a este local: Norbert Bisky lo hace con una pintura figurativa (Untittled) y una maxiinstalación de dos lonas coloridas ondeantes (Tanzteppich); Marc Brandenburg –artista y antiguo camarero de la casa, que además es autor de otra trabajo fluorescente ubicado en Panorama Bar, sobre la cabina del dj– presenta la instalación Kiosk, una suerte de taquilla forrada con láminas que contienen dibujos a carboncillo de elementos característicos de la sala (urinarios, condones, máscaras usadas en sesiones de sado-maso); Sven Marquardt (temible portero estrella de la casa), con la serie de retratos en blanco y negro Lost Highway, rinde culto a la estética leather a través de bombers, botas militares o tirantes; o Carsten Nicolai, que participa con una proyección completamente blanca (thermic), luminosa e insulsa.
Uno de los trabajos más llamativos es el de la excamarera de Panorama Bar Sarah Schönfeld: Hero’s Journey, una especie de acuario sellado por todas sus partes que contiene litros de orina recogidos en el club. Durante meses, junto a un cartel explicativo, se habilitó en los baños de la sala un recipiente especial para la recolección. En la exposición también figuran Piotr Nathan –artista y productor de música electrónica– (pintura, objetos y vídeo), Ali Kepenek (fotografía), Friederike von Rauch (pintura) y Viron Erol Vert (instalación).
Resonancia mediática
La fama de Berghain está vinculada a la internacionalización de Berlín, la ciudad del boom turístico en la que la libertad no entiende de cortapisas. Pocos son los medios en el mundo que no le hayan regalado un titular. La popular guía berlinesa de ocio y cultura Zitty dedica su portada de esta quincena a Berghain, desde donde la describen como la Babilonia de Berlín. “Diez años de cultura de fiesta, diez años de colas en la entrada y en el ropero, diez años sin tener ni idea de cuándo uno volverá a casa una vez que ha conseguido entrar”. Además de un artículo de autor y una entrevista con Sven Marquardt, sus páginas recogen nueve testimonios ambientados en la discoteca que apelan a la libertad, a la tolerancia, al sexo, a la diversión y hasta al amor. Los hay quienes han conocido aquí a sus maridos y/o esposas.
En otro extenso reportaje publicado el pasado febrero por la edición inglesa de la revista Rolling Stone, se afirmaba que el club era una muestra de cómo el turismo y la gentrificación estaban amenazando a la capital europea de la fiesta. La clásica y aburrida manía antiturista, muy presente también en medios alemanes, en muchos casos engarzada a la máxima de Enzensberger: «El turista destruye lo que persigue». La revista sobre todo cuestionaba cómo podía un club considerarse underground cuando todo el mundo quería bailar en su pista de baile.
La leyenda vive: carpe noctem
Desde la caída del muro, Berlín se ha ido estableciendo como la capital europea de la diversión. Berghain se ha ganado una reputación como meca del clubbing. El mejor club del mundo según el New York Times o la revista especializada DJ Mag ha pasado de ser un fenómeno local a convertirse en una de las atracciones turísticas más ambicionadas en todo el planeta. Cuando abrió no existían los teléfonos inteligentes. En la actualidad, más de 106.000 personas han etiquetado a Berghain en Facebook, y a pesar de que está totalmente prohibido hacer fotografías, en Instagram se encuentran más de 12.500 instantáneas bajo #berghain.
Esta antigua central térmica construida en 1953 y abandonada en los ochenta, fue renovada en 2004 por el estudio de arquitectos KARHARD (Thomas Karsten y Alexandra Erhard) para reencarnarse en discoteca. Fundada por Norbert Thormann y Michael Teufele (promotores de Ostgut, club precursor de Berghain), pronto derivó en un local de culto con capacidad para 1.500 personas. El edificio aún mantiene su arquitectura industrial original y la apariencia de edificio abandonado.
Rebautizado oficiosamente como “el templo”, este recinto es para algunos sinónimo de colas interminables, de desenfreno, de gays, de drogas, de perversión, de agujero negro… En Berghain dominan una política de puerta antielitista (aunque paradógicamente, nada democrática y bastante selectiva) y una atmósfera lasciva. Por sus cabinas han pasado los mejores y más estimados dj’s del mundo. Es el club con el mejor sistema de sonido y el absoluto culpable de que muchos no acudan al trabajo los lunes. Aquí se genera un particular estado de ánimo colectivo. El tiempo se detiene en Berghain y congela a sus asistentes dentro de un Berlín que podríamos calificar de anacrónico.
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