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Hasta el 31 de marzo, el CaixaForum Madrid presenta “Horizonte y Límite. Visiones del paisaje”, una exposición que profundiza en el paisaje como representación artística de la naturaleza a través del vídeo, la fotografía, la pintura y la instalación.

La muestra reflexiona sobre la evolución del género del paisaje en el arte desde su apogeo a partir del siglo XVII hasta sus posibilidades políticas (un tanto idealistas) como transformador de la sociedad en la actualidad. Para ello, se vale de 43 piezas de 28 artistas contemporáneos entre los que destacan Anne Imhof, Joan Fontcuberta, Andreas Gursky, Thomas Demand, Tacita Dean, Patricia Dauder, Miquel Barceló o Cristina Lucas.

La naturaleza, sujeto de estudio en las obras seleccionadas, queda plasmada en diversos formatos con distinto enfoque temporal: unas piezas se centran en el pasado a través de la huella dejada por el hombre en la naturaleza, otras se focalizan en el paisaje actual y algunas sugieren el futuro del paisaje.

Cinco siglos de paisajes en el arte

Junto al feminismo y a las cuestiones de género, la inquietud que genera el deterioro de la naturaleza y la amenaza medioambiental que representa el cambio climático es también un tema recurrente en el arte contemporáneo vigente. El germen de la exposición parte del concepto de que el paisaje es un invento del arte que ha determinado nuestra percepción de la naturaleza.

Desde su irrupción en el ámbito artístico, el paisaje se ha ido reinventando al tiempo que surgían nuevos métodos compositivos, experiencias visuales y técnicas artísticas, que han dado lugar a modos de creación que se renuevan sin cesar. Este género con cinco siglos de existencia ha evolucionado desde la visión puramente estética del paisaje del Renacimiento, Barroco, Romanticismo o impresionismo, a la mirada crítica y combativa del siglo XXI que promulga la preservación del planeta.

Cuatro bloques temáticos

La muestra se estructura en cuatro áreas temáticas que abordan el paisaje desde la ficción, los códigos culturales y artísticos y la conciencia medioambiental. “La ficción del paisaje” engloba piezas en las que la naturaleza pasa por el filtro de la imaginación de los artistas a la hora de crear paisajes irreales y reformular lugares conocidos.

Anne Imhof da la bienvenida a la exhibición con su Cloud IV. En ella las nubes invaden la superficie pictórica y confunden nuestra percepción: ¿son nubes, una explosión de una bomba atómica o humo contaminante industrial? A este bloque también pertenece Sunsets from…, obra para la cual Oriol Vilanova compiló cientos de postales que ilustran puestas de sol, fenómeno de la naturaleza y motivo por excelencia de inspiración artística.

La vivencia del paisaje” contempla la manera en que los artistas han usado el paisaje como material para generar su arte, lo que en los años sesenta originó el land art. Una de las proyecciones más llamativas de este apartado es L’Écho, en la que Su-Mei Tse toca el violonchelo al borde de un cañón de los Alpes cuya música entabla un “diálogo” con el eco que la melodía genera.

De la naturaleza enmarcada al impacto humano en el medio

La naturaleza enmarcada” aborda la habilidad desarrollada por la mirada humana para organizar y acotar la percepción del territorio a través del encuadre, ya sea mediante el marco de un lienzo o los márgenes de una fotografía. En nuestra cultura saturada de estímulos visuales, este encuadre condicionante de nuestra manera de contemplar y representar el mundo natural –y tan arraigado en nuestra mente– sigue siendo el modo a través del cual construimos la imagen de un paisaje; esto es, acotando sus límites.

A este apartado pertenece Pannotia (Ribera), pieza en la que Carlos Irijalba rehúye de la representación clásica de la naturaleza. Para ello, toma muestras de distintos sedimentos del subsuelo de una comarca de Navarra que luego comprime en forma de tubos hasta configurar el sondeo geotécnico sobre estructura de aluminio que apreciamos en la fotografía.

El impacto humano en la naturaleza” es la última etapa de este viaje y plantea cómo la práctica artística contemporánea se hace eco de la situación de emergencia climática actual. El compendio de obras que la constituyen denuncia la huella que los conflictos bélicos, económicos y sociales han dejado en el paisaje contemporáneo. Ejemplo de ello son las fotografías aéreas de Sophie Ristelhueben que documentan las cicatrices de la tierra tras la guerra del Golfo librada en Kuwait.

También son objeto de reflexión los sistemas actuales de producción de energías limpias que modifican el paisaje –como plasma la fotografía de Andreas Gursky Les Mées en la que se ve una colina cubierta por miles de paneles solares–, al tiempo que se especula sobre el futuro incierto de la naturaleza.

¿Tiene poder el arte para preservar la naturaleza?

La propuesta convence por su calidad en la selección de artistas, formatos y piezas, así como por la variedad de enfoques hilvanados con destreza a través del hilo conductor que teje la muestra.

Además de suscitar la cuestión que indica el encabezado de este bloque de texto, el mensaje de la expo también podría ser la exhortación del arte contemporáneo a ir más allá de la contemplación estética del paisaje, al tiempo que empuja al visitante al compromiso político.

Pero lo cierto es que, si bien cada generación quiere cambiar o mejorar el mundo, nadie, ni el arte contemporáneo ni Greta Thunberg, puede salvarlo ya. El planeta está muerto; habitamos su cadáver.

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