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El parque multiusos parisiense de La Villette presenta hasta el 21 de agosto numerosas obras hinchables monumentales en la exposición colectiva Pop Air. Organizada en colaboración con el Balloon Museum de Roma, Pop Air reúne en la Grande Halle a quince artistas internacionales que expresan su arte a través de globos. Una propuesta colorista y fotogénica muy apropiada para alimentar perfiles en Facebook e Instagram…

El popular parque de la Villette, uno de los más versátiles y heterodoxos de París, acoge desde finales de abril un proyecto artístico interactivo y lúdico que consta de obras inflables a gran escala que transportan al visitante a otra dimensión. Las piezas provienen del Balloon Museum, el primer museo dedicado al arte hinchable y a los globos que está cosechando un gran éxito en la capital italiana, con más de 500 000 visitas registradas en cuatro meses.

Este viaje inmersivo y experiencial para todos los públicos promete un divertido y ligero paseo cultural. Al percibirse como puro entretenimiento o simplemente como una evolución ingeniosa y variada del clásico castillo hinchable, el evento tal vez corre el riesgo de que se conciba más como un parque infantil que como una exposición de arte seria.

El recorrido comienza en el Cupid’s Koi Garden, compuesto por fuentes de seis metros de altura de estilo kawaii creadas por el estudio australiano ENESS que en realidad parecen salidas de la mente ingeniosa del director de cine de animación japonés Hayao Miyazaki. En la instalación contigua –Never Ending Story– del colectivo italiano Motorefisico, nos metemos de lleno en un cubículo psicodélico donde la percepción del espacio se confunde: las paredes están plagadas de espejos que reflejan cientos de esferas de colores suspendidas en el aire.

Una enorme piscina llena de bolas, con proyecciones audiovisuales de los italianos Quiet Ensemble, nos da la bienvenida a Hypercosmos, la pieza estrella del evento. La artista germano-polaca Karina Smigla-Bobinski, por su parte, nos cede su esfera gigante con lápices incrustados que se puede mover y girar al mismo tiempo que la bola va pintando las paredes blancas que la circundan.

En otra sala –a la que previamente han aspirado el aire–, los catalanes de Penique Production han cubierto toda la superficie con una película monocromática fucsia hasta conseguir que los visitantes “floten” en una atmósfera vaporosa. En la obra Battle of Cannes, ubicada en la parte superior del recinto, el escultor canadiense Max Streicher ha convertido a un toro, caballos y otros personajes en globos colosales con sospechosas reminiscencias de El Guernica de Picasso. Y como colofón, en Balloon Allee –la avenida de los selfies– hallamos algunas reproducciones en globos y otros soportes hinchables de obras maestras de la historia del arte (El hijo del hombre, René Magritte) junto a otros escenarios ad hoc dispuestos en diferentes cubículos a fin de que el público pueda tomarse fotografías.

A medio camino entre las esculturas flotantes del célebre artista argentino Tomás Saraceno y un parque de atracciones temático, Pop Air ha conseguido transformar más de 5000 m² de la Grande Halle de La Villette para que el visitante se funda con las gigantes obras hinchables. Para ello, echa mano de un formato creativo, recreacional e imaginativo. Más que una exposición, Pop Air se asemeja a un evento pensado para niños, adolescentes y viejóvenes, curiosos y ávidos de estímulos con los que espolear al niño interior. La experiencia es, además, inmersiva, estética, táctil y divertida. Por eso mismo garantiza un buen rato, quizá tan superficial como el contenido.

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